sábado, 18 de enero de 2014

Las aves del paraíso





Mamá le regaló a papá una planta con un par de flores muy hermosas.
—Se llaman aves del paraíso —nos dijo mamá—, porque como veis, sus flores parecen un ave con su pico y con unas plumas que coronan su cabeza.
Yo me quedé asombrado, porque realmente las flores eran igualitas a dos pájaros con el cuello muy largo. Me parecía que en cualquier momento, echarían a volar, con esas hojas verdes que eran como alas.
Papá leyó que la planta debía estar en un lugar soleado y la colocó junto a la ventana.
A mí me gustaba mirar aquellas aves tan preciosas todos los días.
—¡Eh, tú! ¿Qué miras?
Me pareció que era una flor la que había hablado.
—No seas maleducado, ¿no ves que el niño está admirando mi belleza? —dijo la otra flor
Yo asentí con la cabeza, boquiabierto.
La primera flor que había hablado replicó:
—Perdona, pero está admirándome a mí.
—Sois muy bellas las dos —les dije, porque era verdad, y porque no quería que se enfadaran.
—Eso es ser diplomático, muchacho —dijo la segunda flor—. ¡No como tú, maleducado, que pareces un gamusino!
—¿Gamusino yo?
—Las dos sois prácticamente idénticas —les dije para apaciguarlas.
—¿Idéntica a esta? —dijo la primera y ayudada por el viento picoteó en la cabeza a su compañera.
—¿Y yo, como este gamusino? —se volvió la otra, dispuesta a atacar.
Las separé, no paraban de pelear…
—Sois aves del paraíso —les dije— y deberíais hacer honor a vuestro nombre, con un poco más de elegancia y buen estar —les reprendí.
—En realidad somos un ave del paraíso con dos cabezas, muchacho. Compartimos las mismas hojas y no podemos separarnos.
—¡Sí, sieeeeempre juntas! —lamentó la otra flor, poniendo los ojos en blanco.
—Como somos aves, podríamos ser tus mascotas.
—Las mascotas deben tener un nombre, ¿no?
Tenían razón, debía buscar un buen nombre para ellas. Pensé un poco…
—Como sois Aves del Paraíso, os llamaré Adán y Eva.
—Yo quiero ser Eva.
—No, Eva seré yo…
—¡Basta, lo echaremos a suertes! –exclamé, harto de tanta discusión. Y a la de la izquierda le puse Adán y a la otra, Eva.

* * *

Al día siguiente, Eva se quejó de que hacía mucho calor.
Iba a alejarlas un poco de la ventana, cuando Adán protestó:
—Pero a mí me encanta tomar el sol… ¡Se está tan calentito!
Decidí echar la cortina y las dos parecieron estar a gusto así. Después, Adán dijo que tenía sed.
La tierra estaba bastante seca, así que traje la regadera. Cuando les eché agua fue Eva la que protestó:
—¡Basta, basta, el agua está muy fría!
Me puse muy serio:
—¡Necesitáis agua y sol para vivir! Así que seguiréis aquí junto a la ventana y os regaré todos los días.
No era fácil cuidar una planta tan complicada, con dos cabezas parlantes.
Por fin oí a Eva decir muy bajito:
—La verdad es que esta agua está muy rica y fresquita sienta muy bien.
—¡Buf! da gusto cuando las dos estáis de acuerdo. ¿No habéis pensado que para vivir juntas tenéis que tratar de llegar a acuerdos?
—¡Brrr! —exclamó Eva.
—¡Pfff! —le contestó Adán.
Y las cabezas de Adán y Eva se dieron la espalda, mirando una al este y la otra al oeste. 






* * *

Pero a pesar de todo el trabajo que me daban aquellas flores y de sus eternas discusiones, era maravilloso verlas con esos colores tan preciosos. Seguía mirándolas embobado. Otra vez Adán volvió a decirme:
—¿Por qué nos miras así?
—Creo que un día saldréis volando por esa ventana. Solo tenéis que mover las hojas, y volaréis.
—¿Tú crees?
—Sí. ¿No os gustaría volver al Paraíso?
—¿Y qué es eso del Paraíso?
—Era el jardín más hermoso del mundo. Donde vivían todos los animales y las plantas en paz y armonía. De allí vinieron Adán y Eva. De allí salió esta planta con vuestras dos cabezas.
Adán y Eva se miraron.
—Pero tenemos que aletear muy fuerte, para despegar de esta maceta y volar —dijo Eva.
—¿Y como encontraremos el camino al Paraíso? —dijo Adán.
—Si aleteáis juntas y sin discutir, lo encontraréis.
—¿Y si lo intentamos? —dijeron al unísono, entusiasmadas. Deseaban ser libres, escapar de esa maceta.
Ellas empezaron a mover las hojas. Parecían alas de verdad. Yo abrí la ventana.
Aquel pájaro con dos cabezas salió volando por la ventana.
Y volaron, volaron muy lejos, hasta perderse detrás de las nubes.
Por una vez, se pusieron de acuerdo en el camino a seguir.
Porque Adán y Eva querían volver al Paraíso.

A veces miro a lo alto de un árbol y las veo allí. Siguen discutiendo. Pero cuando vuelan, lo hacen juntas y en armonía. Entonces, alcanzan el paraíso.
 

A mamá y a papá también les gusta verlas volar.

5 comentarios:

  1. Puri divino jajaja, me quedo por este blog que no había dado a participar.
    Abrazos

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    1. Gracias Montesinadas, pásate a vernos cada fin de semana

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  2. Respuestas
    1. Graicas Patricia, veo que disfrutas como una niña con estos cuentos ;)

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  3. Hola. Toda una sorpresa esta hermosa página. Y con vuestro permiso, me gustaría grabar este simpático relato con niños de mi clase, ilustrarlo con ellos y despedirme así en la página de El maestro cuentacuentos de 30 años de profesión.
    Salu2.

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